Que tan importante pueden ser los cables para tu Guitarra?

Admitámoslo: la mayoría de nosotros le damos poca importancia a ese pedazo de cobre recubierto de plástico que conecta nuestro instrumento con el amplificador. O, al menos, le hemos dado muy poca importancia durante muchos años. 


Compramos compulsivamente guitarras y amplificadores, acumulamos pedales de efecto, y hasta nos volcamos a probar diferentes tipos de púas/pajuelas buscando siempre la que nos hará tocar mejor o, incluso, sonar mejor porque hemos leído que el auténtico secreto de Billy Gibbons es el peso con el que toca. Pero en la mayoría de los casos, cuando elegimos cable, nos conformamos con que tenga dos conectores, nos permita movernos con cierta libertad en el escenario y que no sea rosa. 


Sin embargo, hay varios factores que tendríamos que tener muy presentes al elegir un cable. Porque, a fin de cuentas, es el elemento principal e invariable en la conducción de nuestra señal generada en la guitarra hasta el amplificador. Y todo lo que podemos poner en ambos lugares puede muy bien irse al traste en esos centímetros de conducción. Principalmente porque en un escenario ideal, un cable debería cumplir su función de trasladar esa señal tal cual salió de la guitarra: sin modificaciones, sin quitar nada, sin añadir ruido. Pero éste es un escenario que no se da prácticamente nunca.


Hay dos aspectos que a los que tendríamos que atender aquí: longitud y capacidad, estando esta última muy relacionada con la primera. Capacidad, o capacitancia, es la propiedad de un cuerpo determinado para mantener una carga eléctrica. Y en cuestión de cables se traduce en una ecuación muy sencilla: a mayor capacidad, más agudos desaparecen de nuestra señal. Ésta, y otras propiedades poco deseables en un cable como la recepción de frecuencias de radio, se acentúan con la longitud del mismo. En líneas generales, en un cable por debajo de los cuatro metros estos fenómenos no deberían ser muy evidentes, pero a partir de los 4,5 o 5 metros, la cosa puede agravarse hasta desquiciarnos. 


La pregunta es: ¿usas efectos?.


Porque si lo haces, la longitud de cable se multiplica: el que conecta la guitarra a los pedales, el que conecta éstos con el amplificador y no hay que desdeñarlos tampoco, los centímetros de cable que conectan entre sí tus efectos. Es fácil acabar en una situación en la que tu preciosísimo sonido originado en tu cuidada guitarra tiene que atravesar algo más de 10 metros de cable de calidad variable. 


Ruido, frecuencias de radio y pérdida de calidad de la señal, traducida generalmente en pérdida de agudos o en un sonido falto de vida, apagado, son los efectos a los que nos enfrentamos. Las soluciones son varias: desde usar la menor cantidad posible de cable (siempre que eso sea factible, claro) a emplear cable de calidad.


Esto no quiere decir, no obstante, que la regla de oro sea “compra el cable más caro que veas y deja de usar el que te regalaron con tu primera guitarra”. Caro no implica necesariamente mejor, aunque dejar el cable cochambroso que te regalaron sí es más que posible que sea un gran primer paso. En cualquier caso, lo que debemos entender son las especificaciones de nuestros cables: buscar cables con baja capacitación si lo que necesitamos es más agudos o nos escuchamos apagados, que estén bien apantallados, que tengan la longitud que realmente precisamos, que los propios conectores sean de calidad (¡y que los mantengamos limpios!), aunque sin elevar a los altares a ciertos materiales (como el oro) por mera tradición o marketing.


Y, sobre todo, probar por nosotros mismos, comparar cables. Puedes empezar por comprobar cómo cambia tu sonido al enchufarte directamente al amplificador, sin pasar por los pedales y dos larguísimos cables, y empezar a partir de ahí. Y, por supuesto, deberías poder hacer la prueba entre diferentes tipos, modelos y longitudes si de verdad estás en la búsqueda de El Cable. 


Pero recuerda que, pese a todo lo dicho, una baja capacidad, por ejemplo, no tiene por qué ser necesariamente mejor. Podrías encontrarte con que tu sonido es, de repente, demasiado estridente, o que esa falta de agudos que cientos de centímetros de cable provocaban era precisamente lo que querías en tu tono. Hendrix, por ejemplo, tocaba habitualmente en directo con cables en espiral (muy largos pese a lo compactos que son), y hay quien pondría la mano en el fuego para defender que ése era parte del secreto de su poderoso y grueso tono con su guitarra habitual. Por supuesto, el tener siempre todas las opciones, en este caso, conservar todas nuestras frecuencias, ofrece una paleta más amplia. Y, en fin, para eso están los (buenos) controles de tono en una guitarra, para ajustarlo a lo que buscamos.


Como siempre, guíate por tus oídos. Eres tú el que debe encontrar el tono. Nosotros seguiremos, simplemente, dándote consejos sobre dónde buscarlo.


Información Extraida De : www.gibsonguitar.es